Alemania es un país del que esperamos modernidad, vanguardia, ciudades de cuento, cerveza y trajes folclóricos. La verdad es que Alemania es una mezcla de todo, un país apasionante lleno de rincones atractivos.
Por ese motivo, hemos recopilado una lista gracias a la revista Traveler de cosas que deberías ir tachando para conocer un poco mejor el país germano:
- Pasear por la gran arteria de Berlín para disfrutar desde la gloria imperial de la Puerta de Brandeburgo hasta la catedral.
- Admirarla desde la semiesfera que Foster ideó para el Bundestag.
- Naufragar en la isla de los museos. Enamorarse de Nefertiti, entrar por las grandes puertas de Ishtar a Babilonia y enzarzarse en la lucha entre gigantes y dioses en el Altar de Pérgamo.
- Darle un minuto a cada mural y/o graffiti que hay en la ciudad… que no son pocos.
- Trazar el curso del viejo muro para encontrarse imprescindibles como la East Side Gallery o el Check Point Charly.
- Colarse en las viejas fábricas y descubrir que son nuevos centros de arte, música y ocio.
- Coronar a la currywurst como la reina de la comida rápida.
- Disfrutar de los jardines y parques de Potsdam.
- Pisar el acelerador sin remordimientos por los 13,000 Km de autopistas que tiene el país.
- Pasear por el casco antiguo de Lübeck, la primera ciudad del norte de Europa en ser declarada Patrimonio Mundial por la UNESCO en 1987.
- Suspirar en alguno de los 2400 puentes que conectan la ciudad de Hamburgo.
- Hacerse una foto o un selfie con la estatua de los famosos músicos de Bremen.
- Comprobar que en Hamelín no quedan ratas. Ni apenas flautistas…
- Convertirse en un fanático de los mercadillos, ya sean de los navideños o de los semanales que pueblan los centros de las ciudades.
- Sobrecogerse ante la impresionante catedral de Colonia
- Buscar a Beethoven en Bonn, entre souvenirs, estatuas y salas de concierto.
- Descubrir la vida ‘afterwork’ de Frankfurt y comprobar que no todo son oficinas y tiendas.
- Comprobarque el viejo Imperio Romano sigue vivo al pasear por Trier y encontrarse monumentos como la Porta Nigra, el anfiteatro, la basílica de Constantino o el puente romano.
- Ganar unos cuantos años de vida extra en los balnearios de Baden-Baden.
- Admirar la naturaleza entre los densos bosques y los tranquilos pueblos de la Selva Negra.
- Navegar a vela por el lago Constanza.
- Visitar Lindau, la isla poblada más delicada y dulce de todo el mundo.
- Volver a la infancia disfrutando en parques como Legoland o Playmobil Funpark.
- Admirar la decoración de la Marienplatz de Múnich.
- Acercarse al Theresenwiese no vaya a ser que se esté celebrando el Oktoberfest (o similares).
- Cumplir con el ritual cervecero visitando la famosa Hofbräuhaus.
- Juzgar positivamente Núremberg y regresar al pasado con sus calles medievales y su viejo castillo imperial.
- Escuchar una ópera de Wagner en Bayreuth evitando los impulsos de querer dominar el mundo.
- Sentirse parte de cualquier un cuento paseando por el centro de Rothenburg.
- Y acabar pensando que eres un príncipe o una princesa Disney en el Castillo Neuchwastein.
- Constatar que el viejo Imperio Romano sigue impresionando al pasear por Trier y encontrarse monumentos como la Porta Nigra, el anfiteatro, la basílica de Constantino o el puente romano.
- Degustar el valle del Mosela entre copas y catas del mejor Riesling alemán.
- Hacer pellas (como antaño) por las calles de Heidelberg, mientras se sortean las tiendas encantadoras de la Haupstrasse, se cruza el puente de Carlos Teodoro, se sube al castillo y se regresa a la universidad, no sin antes haber pasado por la cárcel de estudiantes.
- Asomarse a cualquier monasterio que se anuncie en la carretera. Indagar si los monjes siguen haciendo cerveza casera y darse la brindis al grito de ¡Prost!
- Ganar unos cuantos años de vida extra en los balnearios de Baden-Baden.
- Decidir si se quiere más a papá o a mamá en Stuttgart. Es decir, priorizar la visita al Porsche Museum o al Mercedes-Benz Museum.
- Reconciliarse con el ser humano y su respeto a la naturaleza entre los densos bosques y los tranquilos pueblos de la Selva Negra.
- Babear en cada una de las paradas de la Ruta Romántica, descubriendo la Alemania más monumental, rural y cuidada.
- Dedicarle todo un día a Rothenburg ob der Tauber para comprender por qué es el pueblo más hermoso, perfecto e icónico de todo el país.
- Navegar a vela por el lago Constanza. Atracar en los preciosos puertos de Mainau, Meersburg y Constanza para descubrir a pie los resorts donde los nobles veraneaban hace varios siglos.
- Concluir que Lindau es la isla poblada más delicada y dulce de todo el mundo.
- Unirse a la locura de Luis II observando, desde el puente de María, la orgullosa estampa de Neuschwanstein. Recorrer su interior para comprender que el viejo monarca estaba demasiado ‘pa allá’.
- Adentrarse en los Alpes más culturetas para disfrutar del palacio de Linderhof y de las casas policromadas de Oberammergau.
- Retornar a la infancia disfrutando como un enano de parques como Legoland o Playmobil Funpark.
- Lagartear en los lagos que separan las montañas de Múnich. Descansar del descanso paseando por las galerías expresionistas de Murnau.
- Respetar el despliegue de decoración que es la Marienplatz de Múnich. Aprovechar para conocer un casco histórico donde no falta una buena catedral, una residencia real y hasta un mercado permanente (Viktualienmarkt).
- Acercarse al Theresenwiese no vaya a ser que se esté celebrando el Oktoberfest (o similares) y uno no se haya enterado. Y si está vacío, cumplir con el ritual cervecero visitando la carismática Hofbräuhaus.
- Retar al famoso síndrome por el barrio de los museos. No faltar a la cita con la Lenbacchaus, la Neue Pinakothek, la Glyptothek y la Pinakothe der Moderne.
- Aprender un poquito de arquitectura contemporánea en el BMW Welt. Seguir con las clases de diseño por su museo y rematar el éxtasis peregrinando al Allianz Arena, el penúltimo gran templo arquitecto-futbolístico.
- Sumarse a la fantástica liturgia de un Biergarten bávaro.
- Dominguear en el Englischer Garten, entre rubios que surfean un río y grandes torres chinas.
- Pasar del todo a la nada en el norte de la ciudad, conociendo el castillo de Nymphenburg y el campo de concentración de Dachau.
- Juzgar positivamente Núremberg tras regresar al pasado en sus calles medievales y en los recovecos de su viejito castillo imperial.
- Contar hasta centenares los monumentos que pueblan Bamberg, una de esas ciudades que tiene más edificios protegidos que sin proteger.
- Escuchar una ópera de Wagner en Bayreuth y luego mitigar los impulsos de querer dominar el mundo.
- Conquistar castillos tan inexpugnables como bellos como son el de Wartburg el de Hohenzöllern o el de Schwerin.
- Olvidar cualquier pasado truculento visitando la preciosa Dresde, donde iconos como la Frauenkirche, el castillo o el puente de Augusto demuestran que este país puede superar cualquier golpe.
- Celebrar con alegría la renacida vida cultural de Leipzig, paseando por su Spinnerei o disfrutando de su música clásica en rincones como la Gewandhaus o la Thomaskirche.
- Honrar lo suficiente a la Bauhaus admirando sus construcciones más emblemáticas en Weimar y Dessau.